Ser
libre siempre fue su meta en la vida, por eso a la salida de la
escuela acudía con un fervor especial a buscar cualquier partido de
futbol callejero. Sus amigos y secuaces, le advertían cuando su
padre andaba cerca en su búsqueda , pues Roberto no llegaba a casa,
sólo porque un balón se interponía en su camino. Esconderse entre
los arbustos para no resultar con un fuerte regaño fue siempre la
travesura de quien años más tarde fuera conocido como “El
Divino” Roberto Baggio, el inclasificable delantero italiano.
Uno de los rebeldes del
futbol reconocido en todo el mundo. Amaba la imaginación, el
desenfado, la creatividad y era un superdotado con el balón en los
pies. Por el contrario repudiaba la táctica, el trabajo físico y
cualquier intención teórica del balompié, postura que le acarreó
más de un conflicto con muchos de sus entrenadores como Arrigo
Sacchi y Fabio Capello, antítesis naturales a su mirada y
sentimiento hacía el futbol.
El conjunto de la
Fiorentina se convirtió en el gran amor del divo italiano , donde
en base a una exquisita técnica individual, el buen trato de
pelota, una alegría desbordada al jugar futbol, y sobre todo por sus
goles se echó al bolsillo a los aficionados de la “Fiore”,
Traspasado unos años después a la Juventus de Turín Roberto Baggio
se negó a cobrar un tiro penal contra su ex equipo. “Seré purpura
toda mi vida, no puedo atentar contra sus colores”, mencionó en
relación a ese suceso que le valió el reconocimiento tanto de
aficionados del Fiorentina, como de los de la “Vecchia Signora”,
la Juventus.
Su paso como integrante
de la Selección italiana quedó para la posteridad al lograr el
tercer lugar en la Copa del Mundo de 1990, edición efectuada
precisamente en el país de la bota, donde Roberto Baggio se
convirtió en el líder para llevar a la “Azzurra” a la conquista
de ese tercer puesto. Todo fincado en ese futbol de gracia divina,
idolatrado por muchos, odiado por otros. Cuatro años después en
Estados Unidos, el futbol de Baggio continuó siendo exquisito y
esta vez la expectativa alcanzó niveles grandiosos, al instalar a
Italia en la misma Final de la Copa Mundial frente al pentacampeón
Brasil. La definición resultó fatídica. Desde los 11 pasos
correspondió al “Divino” saborear la tristeza más grande que le
ha dejado el futbol: Mandar el balón a las nubes en el penal
definitivo para entregar de esta manera la anhelada copa a la
escuadra amazónica. La única ocasión que se le vio a Roberto
Baggio borrar su eterna sonrisa para hundir su mirada en el césped
de una cancha de futbol.
A pesar del duro golpe
Baggio mantuvo hasta el final de su carrera profesional una
convicción inquebrantable: “El futbol es para gozarlo, jamás para
sufrirlo”, dijo alguna vez con la sonrisa sincera que le
caracteriza. Defensor incansable de la infancia para Roberto Baggio
es insoportable enterarse de niños que fallecen en el mundo a causa
de la hambruna. El italiano no se ha quedado cruzado de brazos y ha
realizado campañas en pro de la infancia alrededor del mundo. Labor
que le ha hecho acreedor al nombramiento de Embajador de Buena
Voluntad para la ONU en el PAO (Organización para la Agricultura y
Alimentación Internacional)
Así de esta manera el
niño que soñaba con esa libertad en las calles de Caldogno, la
pequeña comunidad italiana la alcanzó por fin, simplemente jugando
con alegría, imaginación y un amor divino y auténtico hacía el
futbol.
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