jueves, 3 de septiembre de 2015

La elegancia del Príncipe: Enzo Francescoli

Fue desde pequeño un privilegiado. Creció en el barrio de Capurro conformado por calles de tierra en las que pasaba los días en la práctica del futbol, deporte al que su padre le profesaba una pasión ejemplar que arrastró hacía niveles insospechados al por entonces desconocido Enzo Francescoli.
Jugar con sus amigos de la cuadra hasta que la noche se llevara la luz era la misión que más divertía a Enzo, niño delgado y desgarbado que en el colegio ya había guiado a su equipo a la conquista de cinco títulos metropolitanos consecutivos, gracias a lo completo y exquisito de su juego, conducción impecable del esférico, tiros libres de precisión milimétrica, remate con la cabeza, tiros fulminantes con la pierna izquierda, imposible que los busca talentos no se interesaran en un futbolista de notables cualidades.
Apareció la oportunidad de probar suerte en el popular Peñarol, escuadra de la que es hincha declarado el propio Francescoli, pero la larga espera que tuvo dentro de las oficinas del club al lado de su padre y los escasos minutos para mostrar sus aptitudes empujaron al joven uruguayo a una prematura decepción.
El humilde equipo del Montevideo Wanderers le abrió sus puertas de par en par, y ahí fue donde la estrella de Enzo Francescoli comenzó su brillo incesante y de su mano el Wanderers alcanzó reconocimiento no sólo en la República Oriental del Uruguay, sino a nivel internacional y se había convertido en el primer “palacio” del “Principe” Enzo Francescoli.
Elegante media punta Enzo enamoraba con su futbol a quien lo observara jugar a grado tal que mediante su talento llegó a convertirse en uno de los máximos ídolos del River Plate de Argentina, algo disparatado e improbable para un futbolista uruguayo. Grado de leyenda alcanzó la carrera de Francescoli en el conjunto millonario, pues basta escuchar las declaraciones de algunos de sus entrenadores para conocer la magnitud del fenómeno Enzo Francescoli.
La gente llenaba todo el alrededor de la cancha de entrenamiento de River sólo para ver al “Flaco” entrenar y Enzo era en verdad un auténtico portento”, reveló en alguna ocasión Américo Gallego, uno de los técnicos más ganadores en la historia del balompié argentino.
Lejos de los reflectores y muy cerca del silencio, Enzo Francescoli siempre prefirió hablar dentro del terreno de juego y ahí lo hacía a todo pulmón, como integrante de la escuadra uruguaya la playera número 10 le fue entregada casi por decreto y representó a su país en los Mundiales de México 86’ e Italia 90’ y  escaparates para que el mundo entero reconociera la calidad del “Principe” uruguayo.
Único charrúa incluido en la lista de los 100 mejores futbolistas de todos los tiempos realizada por el mítico “Pelé”, en la despedida de uno de sus grandes amigos Ariel “Burrito Ortega Enzo Francescoli jugó el partido con la frescura de la infancia, anotó cuatro goles, dos de ellos magistrales, uno desde la mitad de cancha y otro de chilena. Algo apenas usual para un superdotado del futbol, pero sorprendente con 50 años a sus espaldas en aquel entonces. Silencioso y de bajo perfil como suele ser Enzo Francescoli a veces reconoce extrañar el futbol profesional, pero a la vez también reconoce con una sonrisa: “El futbol me dio todo lo que tengo, pero también le di todo lo que soy”.




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