Nacer
en el Puerto de Veracruz representó la primera aventura para Luis de
La Fuente y Hoyos, hijo de inmigrantes españoles, y quien desde niño
vivió entre barcos, el mar y un deporte que se convertiría con el
paso de los años en la fiesta y alegría eterna de este “Pirata”
orgullosamente jarocho.
Con
una República Mexicana en plena lucha por la Independencia, el
pequeño Luis fincaba su mundo y pasaba horas jugando en los barcos
de cabotaje en los que ejercía su padre el trabajo del comercio en
pleno Golfo de México. Ni la invasión norteamericana de aquellos
años, ni los levantamientos armados en territorio nacional destruían
las ilusiones de infancia de un chico con un futuro prometedor dentro
del futbol soccer, deporte que encantó desde el primer día al
primogénito de Don Segundo de La Fuente y Josefa y Hoyos.
Con
sólo 13 años arranca dentro del futbol amateur en los equipos de
España y Sporting Club de las ligas regionales del Puerto, donde
gracias a sus notables condiciones como el juego aéreo, fulminante
cabeceo, destacaba por su picardía y liderazgo dentro del equipo,
cualidades que hacían a un lado su endeble talla física.
El
debut dentro del profesionalismo en el balompié mexicano se dio con
un cuadro que existió por pocos años como el Aurrera, pero las
convincentes actuaciones del mediocampista Luis de la Fuente le
valieron para un buen contrato con el Real Club España, el más
popular de entonces en la década de los años 30 en México.
Un
meteórico ascenso hasta la Selección Nacional y convertirse en un
ídolo para los aficionados mexicanos brindaron a Luis de la Fuente
la oportunidad de ser el primer futbolista azteca en jugar de manera
profesional en el extranjero, justo en la tierra que vio nacer a sus
padres: España enfundado en la casaca del Racing de Santander, uno
de los goles históricos que marcó en la Madre Patria fue al
poderoso Real Madrid y nada menos que al mítico cancerbero Ricardo
“Divino” Zamora, quien no pudo dar crédito a lo que veían sus
ojos con la sublime actuación del “chaval” mexicano.
La
guerra civil española obligó al “Pirata” a volver al terruño
convertido ya en toda una figura. La sangre jarocha que corría por
sus venas y ese espíritu indomable que le habían forjado los años
lo impulsaron a gozar de manera asidua de la vida nocturna, las
fiestas, el alcohol y las mujeres se convirtieron en su pasatiempo
cuando no se encontraba dentro del terreno de juego.
Cuenta
la leyenda del “Pirata” que Luis de la Fuente llegaba tan sólo
unas horas antes de celebrarse los partidos a echar la siesta al
vestidor, eso resultaba suficiente para salir a la cancha a ofrecer
actuaciones memorables con mínimo dos goles en su cuenta personal
por encuentro.
El
compositor Agustín Lara, amigo de la leyenda futbolística escribió
como parte de la letra de su popular melodía Veracruz, “Yo nací
con la luna de plata y nací con el alma de Pirata”, probablemente
en homenaje a aquel hombre que jugaba al futbol con alma de niño,
para divertirse y hacer gozar a los demás, como el capitán de su
propio barco de ilusiones.
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