martes, 29 de septiembre de 2015

El sueño hecho realidad: Nwkawko Kanu

Podía tocar el cielo y en el sentido literal de la expresión siempre lo hizo  para festejar los goles Su destacada habilidad con el balón en los pies era casi imposible de creer cuando aficionados nigerianos, holandeses, italianos e ingleses se deleitaban con su exquisito futbol el 1.98 de estatura de Nwkawo Kanu quedó como mera anécdota dentro de la admirable carrera futbolística del nacido en Owerri, Nigeria.
Arrancó su sueño como la mayoría de los niños jugando futbol en las calles pobres de su ciudad natal que se convirtieron en su primer estadio. Desde entonces destacaba entre sus amigos por tres características marcadas; una técnica individual espléndida,  la altura impresionante que comenzaba a ser parte de su fisonomía y una sonrisa abierta y sin restricciones que era provocada por el simple hecho de jugar al futbol son sus amigos. De inmediato el modesto equipo de la liga local nigeriana el Fed Works lo integró a su modesto plantel conformado por la clase obrera y en donde gracias a su estupendo desempeño Kanu enamoró a los visores del Ajax de Ámsterdam quienes especializados en fichar destacados jugadores en todo el mundo no lo pensaron dos veces para hacerse de los servicios del imponente atacante nigeriano.
Al Ajax llegó en el momento adecuado y Nwkawko Kanu conformó un equipo que marcó toda una época en Europa en la década de los 90’s junto a elementos como los gemelos De Boer, Dennis Bergkamp,  Edwin Van der Sar, Jari Litmanen y sus paisanos George Finidi, Tijani Babangida, y Taribo West junto a los que ganó por tres años consecutivos  tanto la Liga Erendivise como la Copa de Holanda, así como una Copa UEFA, al igual una Copa Intercontinental y una Súper Copa de Europa. Todo con el conjunto dirigido por Louis Van Gaal.
El corazón que no deja de sonreír.
Fue en 1996 cuando Nwkawko Kanu, pues contratado por el poderoso Internazionale de Milano en Italia recibió una de las peores noticias de su vida, pues el padecimiento  de insuficiencia valvular en el corazón  lo obligó de manera seria a replantearse el camino. La decisión tomada por el nigeriano causó la admiración del mundo futbolístico: Continuar adelante con su sueño,  aunque sea a través de un marcapasos. El resultado, tras varios meses de recuperación de la delicada cirugía Kanu logró marcar en siete ocasiones con el Inter. Verlo festejar y alzar lo largo de sus brazos con su sonrisa eterna significaba todo un triunfo de vida para quien tenía el privilegio de observar el vuelo de la más gigante de las Águilas Verdes nigerianas.
A principios de la década del 2000 Inglaterra se convirtió en la nueva conquista de Kanu, nada menos que con el siempre ganador y puntero Arsenal cuadro en el que disputó la nada despreciable cantidad de 119 encuentros y anotó 30 goles un lujo para un delantero certero, técnico,  con gran juego aéreo el marcapasos que le ayudaba a jugar también fue a dar al tintero en la noble historia de Nwkawo Kanu.
En 2008 ya retirado de las canchas el delantero nigeriano fue comisionado por la UNICEF para promover el programa “Futbol por la esperanza y arrancó con bombo y platillo con miles de niños en la capital de su país, Como parte de un emotivo discurso ese día Kanu dijo a los niños lo siguiente.
“Saben chicos, yo fui como ustedes, jugué en las calles y perseguí un sueño con ahínco por una vida mejor. También hubo un momento en que mi corazón quería rendirse, pero salimos adelante Que nada,  ni nadie  les diga que un sueño no puede hacerse realidad”.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Equipo de época: Boca Juniors de Carlos Bianchi

Salir de una etapa de sonados fracasos a la mitad de la década de los 90´s era fundamental para el equipo de “la mitad más uno” del futbol argentino, por eso y ante la intensa presión de los apasionados aficionados xeneizes, los dirigentes del Club Atlético Boca Juniors recurrieron a un hombre de éxito comprobado: Carlos Bianchi quien durante tres años como timonel de Vélez Sarsfield conquistó un total de seis títulos. La carta de presentación fue más que suficiente para que el “Virrey” Bianchi llegara a tomar el timón del cuadro de Boca.
Conformado con el colombiano Oscar Córdoba en la portería, Walter Samuel, José Basualdo, Rodolfo Arruabarena, Mauricio Serna, Diego Cagna, Fernando Navas y un tridente ofensivo de miedo conformado por Juan Román Riquelme, Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo, alineación con la que el popular cuadro argentino se declaró listo para salir de los claroscuros en los que se había inmiscuido ante la falta de profesionalismo de algunos de sus futbolistas de cartel.
En 1998 llegó el primer título de la era Bianchi al alzarse como Campeón del Apertura del futbol argentino, gracias a un sistema táctico 100 por ciento ofensivo, donde la portería contraria era la consigna principal de cada partido, con el talento indiscutible de Riquelme, en cuyos pies nacía todo el futbol del conjunto dueño de la Bombonera, Boca Juniors fue un conjunto imparable durante las campañas de 1998. 1999 y 2000 a nivel local, por lo que sus actuaciones merecieron los más sonados elogios.
A nivel internacional el destacado funcionamiento del Boca hizo ver su suerte al mismo Real Madrid que presentaba figuras como Luis Figo, Roberto Carlos, Iker Casillas y Claude Makelele, sólo por mencionar algunos. En la Final de la Copa Intercontinental del año 2000 celebrada en Tokyo, Japón los argentinos se impusieron con marcador de 2-1 con par de anotaciones de su letal centro delantero Martín Palermo y sendos servicios de gol de Juan Román Riquelme, para coronar de esta manera una etapa dorada en la extensa y triunfal historia de un equipo amado hasta la muerte por sus seguidores, practicante de un futbol demoledor y plagado de la identidad de sus colores.




viernes, 18 de septiembre de 2015

Desde la banca: Ottmar Hitzfeld

Formado entre sus dos grandes pasiones el futbol y las matemáticas. Ambas actividades le permitieron a Ottmar Hetzfeld convertirse en uno de los entrenadores más exitosos en la historia del balompié alemán al comandar a escuadras como el Borussia Dortmund o el mismo Bayern Munich, con los dos equipos más populares del futbol teutón Heizfeld conquistó la UEFA Champions League logro que muy pocos estrategas pueden escribir en su currículum.
Meticuloso a grado extremo, sus allegados cuentan que gracias a su pasión por los números Ottmar es capaz de pronosticar el resultado de un partido de futbol y a la hora de llevar a cabo su estrategia de juego, reflexionaba por largo rato antes de hacer algún movimiento en sus oncenas, tal como si se tratara de una operación aritmética.
Amante del juego limpio, Ottmar Hitzfeld ponderó como máxima la disciplina en los equipos que dirigió sentado desde la banca. Las tarjetas amarillas y aún más las de color rojo no estaban en el panorama del matemático alemán del futbol, y si sucedía el timonel nacido en la comunidad de Lorrach, cercana a la frontera con Suiza aplicaba sanciones ejemplares, actuaba en consecuencia.
Ganador de un total de seis títulos de Campeón en la Bundesliga. Cuatro con el Bayern Munich y en dos ocasiones más con el Borussia Dortmund, a Ottmar Heitzfeld no le importó deshacerse de jugadores estrellas con mal comportamiento en cada uno de sus planteles para alcanzar sus claros objetivos de campeonato. “El futbol requiere de futbolistas profesionales al 100 por ciento”, llegó a declarar en su momento el pragmático timonel alemán.
En la visión de Ottmar Hitzfeld el futbol se trata de un deporte en el que hay que mantener el orden y ganar, bases que lo llevaron tras sus sonados éxitos con el Dortmond y el Bayern a tomar las riendas de la Selección Nacional de Suiza, escuadra a la que calificó a la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 basado en un riguroso orden táctico y futbol práctico. Así Heitzfeld demostró más de una vez que la frialdad y precisión de las matemáticas pueden ir de la mano con la emoción, pasión y derroche del futbol.




martes, 15 de septiembre de 2015

El hombre de hielo: Dennis Bergkamp

Viajero terrestre y silencioso. Desde niño comenzó a formar una personalidad introvertida, de hielo, pero Dennis Nicolaas Maria Bergkamp tenía una pasión tan grande capaz de derretir todo lo que tocaba: el futbol en base a un talento innato, y condiciones excepcionales cuando corría en una cancha con el balón en los pies.
Nacido en una atípica familia católica a las afueras de Ámsterdam el chico rubio al que le costaba hacer amigos en la escuela o su propio barrio encontró en el balompié la vitrina ideal para expresar todo lo que con palabras era incapaz y gracias a su tutor y maestro Johan Cruyff fue formado profesionalmente en las fuerzas básicas del Ajax, conjunto del que en pocos años se convirtió en referente, goleador y estrella resplandeciente.
Con el equipo modelo del futbol total holandés Dennis Bergkamp lo ganó todo, desde su debut en Primera División en 1986 una Recopa de Europa, una liga Erendivise, la Copa de Holanda, una UEFA. Anotó un total de 122 goles en 239 duelos con la camiseta del Ajax, del cual abandonó sus filas en 1993 para probarse en un futbol de la más alta exigencia como el calcio italiano con el Inter de Milán.
Técnica individual depurada, excelente visión del campo, atrevimiento, definición fantástica ante el marco rival y una mentalidad ganadora llevaron al apodado “hombre de hielo” holandés a formar parte de la “naranja mecánica”, el combinado holandés en el que también en poco tiempo se convirtió en indiscutible tanto en las tres Eurocopas que disputó de 1992 al 2000 y en los dos Campeonatos Mundiales que disputó en 1994 en los Estados Unidos al igual en 1998 en Francia, el número diez de Bergkamp de inmediato se hacía visible dentro del terreno de juego para quien en la historia se coloca como el tercer goleador con 37 dianas en el combinado de los Países Bajos.
Luego de un paso entre claroscuros con el Inter de Milán debido a constantes lesiones, y a su resistencia a mantener una “buena” relación con la prensa el futbol le abrió un nuevo horizonte a Dennis Bergkamp con el Arsenal de Inglaterra y un entrenador riguroso como el francés Arséne Wenger. Precisamente fue en Londres donde Dennis destapó el miedo más grande de su vida, pero que también ha enfrentado con valentía: volar en avión.
Existió una cláusula en el contrato del talentoso futbolista tulipán con los “Gunners” en el que solicitó en lo posible evitar los viajes en aeroplano, debido a su miedo a las alturas. Concedida la petición se convirtió en algo usual conocer de los viajes en auto del “Iceman” holandés los cuales anticipaba varios días antes al resto de la delegación del Arsenal, y que lo mismo lo llevaron por Túnez que hasta Rusia.

Era dentro de la cancha en donde Dennis superaba sus fobias y miedos, gracias a un futbol atrevido y 100 por ciento ofensivo superaba a sus adversarios, figura en Arsenal, los aficionados del club inglés en su honor decretaron el 16 de abril desde el año 2006 como el día Dennis Bergkamp, pues simplemente con una definición espectacular para anotar un gol el “hombre de hielo” era capaz de prender fuego a la más fría de las tribunas en un estadio de futbol. 


jueves, 10 de septiembre de 2015

El alma de “Pirata”: Luis de la Fuente

Nacer en el Puerto de Veracruz representó la primera aventura para Luis de La Fuente y Hoyos, hijo de inmigrantes españoles, y quien desde niño vivió entre barcos, el mar y un deporte que se convertiría con el paso de los años en la fiesta y alegría eterna de este “Pirata” orgullosamente jarocho.
Con una República Mexicana en plena lucha por la Independencia, el pequeño Luis fincaba su mundo y pasaba horas jugando en los barcos de cabotaje en los que ejercía su padre el trabajo del comercio en pleno Golfo de México. Ni la invasión norteamericana de aquellos años, ni los levantamientos armados en territorio nacional destruían las ilusiones de infancia de un chico con un futuro prometedor dentro del futbol soccer, deporte que encantó desde el primer día al primogénito de Don Segundo de La Fuente y Josefa y Hoyos.
Con sólo 13 años arranca dentro del futbol amateur en los equipos de España y Sporting Club de las ligas regionales del Puerto, donde gracias a sus notables condiciones como el juego aéreo, fulminante cabeceo, destacaba por su picardía y liderazgo dentro del equipo, cualidades que hacían a un lado su endeble talla física.
El debut dentro del profesionalismo en el balompié mexicano se dio con un cuadro que existió por pocos años como el Aurrera, pero las convincentes actuaciones del mediocampista Luis de la Fuente le valieron para un buen contrato con el Real Club España, el más popular de entonces en la década de los años 30 en México.
Un meteórico ascenso hasta la Selección Nacional y convertirse en un ídolo para los aficionados mexicanos brindaron a Luis de la Fuente la oportunidad de ser el primer futbolista azteca en jugar de manera profesional en el extranjero, justo en la tierra que vio nacer a sus padres: España enfundado en la casaca del Racing de Santander, uno de los goles históricos que marcó en la Madre Patria fue al poderoso Real Madrid y nada menos que al mítico cancerbero Ricardo “Divino” Zamora, quien no pudo dar crédito a lo que veían sus ojos con la sublime actuación del “chaval” mexicano.
La guerra civil española obligó al “Pirata” a volver al terruño convertido ya en toda una figura. La sangre jarocha que corría por sus venas y ese espíritu indomable que le habían forjado los años lo impulsaron a gozar de manera asidua de la vida nocturna, las fiestas, el alcohol y las mujeres se convirtieron en su pasatiempo cuando no se encontraba dentro del terreno de juego.
Cuenta la leyenda del “Pirata” que Luis de la Fuente llegaba tan sólo unas horas antes de celebrarse los partidos a echar la siesta al vestidor, eso resultaba suficiente para salir a la cancha a ofrecer actuaciones memorables con mínimo dos goles en su cuenta personal por encuentro.
El compositor Agustín Lara, amigo de la leyenda futbolística escribió como parte de la letra de su popular melodía Veracruz, “Yo nací con la luna de plata y nací con el alma de Pirata”, probablemente en homenaje a aquel hombre que jugaba al futbol con alma de niño, para divertirse y hacer gozar a los demás, como el capitán de su propio barco de ilusiones.






martes, 8 de septiembre de 2015

Equipo de época: Juventus de Turín

Protagonista indiscutible y bandera de una época dorada para el futbol italiano, la Juventus de Turín a principios y mediados de los 80´s había demostrado ser una escuadra fabulosa a todo lo largo y ancho del Viejo Continente y no por nada, en el Mundial de España 1982 Italia se hizo con seis futbolistas de la “Vecchia Signora” en su cuadro titular desde el mítico guardameta Dino Zoff, los defensores Claudio Gentile, Antonio Cabrini y Gaetano Scirea, junto al mediocampista Marco Tardelli y el delantero Paolo Rossi resultaron fundamentales para que los italianos conquistaran aquel Mundial celebrado en España esto apenas se trataba de un prometedor inicio para el equipo más ganador en la historia del calcio.
Giovanni Trapatonni, el timonel de los éxitos caseros de Turín anhelaba más que nunca consolidar su abrumador dominio en Italia con la conquista de la Copa de Europa, para ello se hizo de dos destacados elementos que embonaron con armonía celestial en el sistema táctico, el atrevido y pícaro delantero polaco Zbigniew Boniek y el talentoso “10” de la selección francesa, Michel Platini con este par de incrustaciones la maquinaria futbolística de la Juventus de Turín estaba lista para ponerse en marcha.
Para 1983 y tras disputar un campeonato de Europa impecable, apareció el cuadro alemán del Hamburgo para frenar en seco las aspiraciones de la Juventus de conquistar el título de monarca en Europa al derrotarlos en la final apenas con marcador de 1-0, este resultado lejos de derrumbar a los italianos los fortaleció aún más y con Platini en etapa de bonanza como armador de los ataques del equipo y máximo goleador de la liga italiana por tres veces consecutivas Juventus era un equipo listo para cobrarle la revancha a Europa entera.
Llegó el año de 1985 y a pesar del retiro del mítico portero Dino Zoff y la partida del atacante Roberto Bettega y con ello uno de los años de consagración pues la oncena blanco y negro obtuvo el scudetto 21 de su historia en la liga, la Super Copa de Europa al derrotar al Liverpool inglés y en mayo de ese mismo año volvió a la Final de la Copa de Europa, pero en esta ocasión la victoria le sonrío a los discípulos de Trappatoni con marcador de 1-0 frente al mismo rival británico, Liverpool.
Cabe destacar el negro suceso en este duelo, pues en plena celebración del partido escenificado en el Estadio Heysel de Bélgica fallecieron 39 aficionados y 600 más resultaron heridos debido a una avalancha humana que llegó a consternar al mundo entero.
Repuestos de la “Tragedia de Heysel”, la Juventus de Turín continuo en la forja de un camino repleto de éxitos, con un futbol práctico, dinámico, que si bien no era netamente ofensivo, si tenía ataques mortales capaces de dejar tendidos en el césped a todos los rivales que enfrentaba.
Así durante los 80’s en Italia el futbol no era dominado por el Nápoles de Maradona, ni la efectividad del Milán o el rápido despliegue del popular Torino. El balón tenía un dueño supremo, aquella inolvidable “Vieja Señora” del balompié italiano, la Juventus de Turín.


jueves, 3 de septiembre de 2015

La elegancia del Príncipe: Enzo Francescoli

Fue desde pequeño un privilegiado. Creció en el barrio de Capurro conformado por calles de tierra en las que pasaba los días en la práctica del futbol, deporte al que su padre le profesaba una pasión ejemplar que arrastró hacía niveles insospechados al por entonces desconocido Enzo Francescoli.
Jugar con sus amigos de la cuadra hasta que la noche se llevara la luz era la misión que más divertía a Enzo, niño delgado y desgarbado que en el colegio ya había guiado a su equipo a la conquista de cinco títulos metropolitanos consecutivos, gracias a lo completo y exquisito de su juego, conducción impecable del esférico, tiros libres de precisión milimétrica, remate con la cabeza, tiros fulminantes con la pierna izquierda, imposible que los busca talentos no se interesaran en un futbolista de notables cualidades.
Apareció la oportunidad de probar suerte en el popular Peñarol, escuadra de la que es hincha declarado el propio Francescoli, pero la larga espera que tuvo dentro de las oficinas del club al lado de su padre y los escasos minutos para mostrar sus aptitudes empujaron al joven uruguayo a una prematura decepción.
El humilde equipo del Montevideo Wanderers le abrió sus puertas de par en par, y ahí fue donde la estrella de Enzo Francescoli comenzó su brillo incesante y de su mano el Wanderers alcanzó reconocimiento no sólo en la República Oriental del Uruguay, sino a nivel internacional y se había convertido en el primer “palacio” del “Principe” Enzo Francescoli.
Elegante media punta Enzo enamoraba con su futbol a quien lo observara jugar a grado tal que mediante su talento llegó a convertirse en uno de los máximos ídolos del River Plate de Argentina, algo disparatado e improbable para un futbolista uruguayo. Grado de leyenda alcanzó la carrera de Francescoli en el conjunto millonario, pues basta escuchar las declaraciones de algunos de sus entrenadores para conocer la magnitud del fenómeno Enzo Francescoli.
La gente llenaba todo el alrededor de la cancha de entrenamiento de River sólo para ver al “Flaco” entrenar y Enzo era en verdad un auténtico portento”, reveló en alguna ocasión Américo Gallego, uno de los técnicos más ganadores en la historia del balompié argentino.
Lejos de los reflectores y muy cerca del silencio, Enzo Francescoli siempre prefirió hablar dentro del terreno de juego y ahí lo hacía a todo pulmón, como integrante de la escuadra uruguaya la playera número 10 le fue entregada casi por decreto y representó a su país en los Mundiales de México 86’ e Italia 90’ y  escaparates para que el mundo entero reconociera la calidad del “Principe” uruguayo.
Único charrúa incluido en la lista de los 100 mejores futbolistas de todos los tiempos realizada por el mítico “Pelé”, en la despedida de uno de sus grandes amigos Ariel “Burrito Ortega Enzo Francescoli jugó el partido con la frescura de la infancia, anotó cuatro goles, dos de ellos magistrales, uno desde la mitad de cancha y otro de chilena. Algo apenas usual para un superdotado del futbol, pero sorprendente con 50 años a sus espaldas en aquel entonces. Silencioso y de bajo perfil como suele ser Enzo Francescoli a veces reconoce extrañar el futbol profesional, pero a la vez también reconoce con una sonrisa: “El futbol me dio todo lo que tengo, pero también le di todo lo que soy”.




lunes, 31 de agosto de 2015

La esperanza en el futbol: Hope Solo.

Posee unos ojos verdes que son capaces de perder a quien la mira. Una belleza que irradia dulzura a cada paso que da, pero además Hope Amelia Solo presume de una cualidad envidiable para muchos: Sabe volar. Nacida en una pequeña comunidad de Washington la capital de los Estados Unidos esta mujer decidió desde pequeña el camino a seguir; dentro de una cancha de futbol y sobre todo como guardiana excelente de la portería.
Su nacimiento precisamente no se dio en las condiciones normales, pues sus padres la engendraron en el reclusorio, donde el señor Jefrey Solo, ex combatiente de la guerra de Vietnam, cumplía una condena por robo. Lejos de esa turbulencia a los siete años de edad fue precisamente su padre quien le entregó a Hope uno de los mejores regalos de su vida, enseñarla a jugar futbol soccer.
De manera constante Hope y su familia eran víctimas del alcoholismo atroz del señor Solo, quien muchas veces hurtó los ahorros de su propia hija para satisfacer su vicio por la bebida, además de un secuestro planeado y llevado a cabo por el mismo hombre que le dio la vida, pero en el mundo interno de la valiente chica de ojos verdes siempre existió una alegría que alejaba cualquier nubarrón, jugar con el alma al futbol.
Perfil absoluto de líder, fortaleza, concentración inquebrantable, y lances felinos que la hacen volar por el esférico son las características más destacadas de esta mujer quien además es la capitana de la Selección Femenil de los Estados Unidos, una de las escuadras más poderosas a nivel mundial en el balompié femenil.
Ganadora de dos medallas de oro olímpicas en Pekín 2008 y Londres 2012 Hope es una mujer que demuestra en cada partido que disfruta de su pasión se le ve sonreír sin restricción cuando ataja el balón. La fuerza y precisión de sus despejes para arrancar con los ataques de su equipo es una constante para la guardameta norteamericana.
Fuera de las canchas la belleza de Hope Solo acapara los reflectores, modelo de las revistas deportivas más destacadas, la chica de los profundos ojos verdes nos recuerda tal como la traducción de su nombre, cuando realizas de corazón lo que más te apasiona la esperanza jamás saldrá con la derrota.




viernes, 28 de agosto de 2015

Desde la banca: Vicente del Bosque


Puede presumir de una destacada carrera como futbolista profesional en la que disputó 441 partidos desde su debut en el Salamanca en 1968 hasta su exitoso paso con el Real Madrid donde echó raíces y conquistó un total de nueve títulos con la casaca merengue. Digna credencial para que Vicente del Bosque González fino mediocampista de contención labrara un destino final fabuloso desde la banca como Director Técnico.
Primer timonel español que ha conquistado un Campeonato Mundial de la FIFA en Sudáfrica 2010 para la Madre Patria al comandar a una ‘Furia Roja’, sino espectacular, si muy efectiva y con una media cancha de privilegio bajo la batuta de Xavi Hernández y Andrés Iniesta, los excepcionales mediocampistas del Futbol Club Barcelona, quienes se convirtieron en piedra angular del sistema táctico de 4-2-3-1 de Vicente del Bosque el hombre que hizo realidad el sueño del pueblo español.
Esforzado en todo momento en que dentro de sus oncenas exista la buena convivencia, el timonel español logró la armonía perfecta en el evento indicado al preparar a un equipo que logró imponer condiciones pese a sufrir un revés por la mínima diferencia a manos de Suiza, y derrotar en fila a Honduras y Chile en la primera fase.
En la segunda fase del Mundial de Sudáfrica se tachó el futbol de los españoles de poco atractivo para la tribuna, pero ideal para los objetivos que gestaba desde la dirección técnica Vicente del Bosque exponer a una sólida escuadra con una clara idea de juego que respetó en todo momento a los rivales, a los que derrotó por lo mínimo, pero con humildad y respeto dentro del terreno de juego, tal como la esencia de Del Bosque, humilde, trabajador y respetuoso como ser humano.
Dicha característica tiene una raíz: la armonía de sus 30 años de matrimonio con su mujer Trini, tres hijos que se convirtieron en su motor: Vicente, Álvaro y Gema, siendo precisamente el segundo de ellos su luz especial, debido a que Álvaro es un joven con Síndrome de Down, a lo que el técnico campeón del mundo ha declarado con toda ternura y buen corazón.
Al principio fue muy duro, decía porque me tocaba a mi y no a otro?. Una situación diaria así en casa te hace revitalizar las cosas. Te vuelve más sensible, nos da mucha tranquilidad. Álvaro es una bendición para todos nosotros”.
Los conceptos en torno al futbol del llamado “Marques” del Bosque destilan un enorme respeto en cada palabra que enuncia, el mismo respeto y humildad que le ayudó a consumar el sueño de una nación entera: Levantar en todo lo alto la Copa Mundial de la FIFA.



miércoles, 26 de agosto de 2015

Eduardo Sacheri

Yo me hice amigo de mis amigos jugando al futbol, yo aprendí a respetar un monton de reglas jugando al futbol, yo conocí la índole de un montón de gente jugando al futbol.
El futbol te enseña que no te alcanza con sacrificarte. Pero... ¿Si no te sacrificás?
Me parece que el futbol es una fuente de experiencia y conocimiento que aplicás a toda tu vida.

Eduardo Sacheri


martes, 25 de agosto de 2015

El futbol sin derrota: Paul Gascoigne

Es sin ninguna duda una de las estrellas que más dolió a muchos que se apagara en el firmamento británico, sobre todo porque en la cancha no dejaba de mostrar su verdadera esencia: Entregado, talentoso, con un deseo sin igual por la conquista de la victoria. Se ubicaba siempre en el centro del campo, quizá uno de los pocos instantes en los que le daba ese “centro” a una existencia donde los claroscuros han sido una constante para Paul George Gascoigne.

Gazza” como lo llaman sus allegados surgió de una familia de clase baja en Gateshead, Inglaterra cuyos miembros desde el principio luchaban por establecerse en un solo lugar, pues los cambios de domicilio y trabajo de sus padres y hermanos formaban parte de la rutina diaria. La práctica del futbol en un niño con sus condiciones de vida más que una diversión fue una válvula de escape, no importaba si lo hacía en los barrios bajos de su comunidad o en una cancha improvisada, Gascoigne encontró en el balompié la actividad que lo realizó en la vida.
A los 17 años gracias a sus condiciones y a la fortaleza de carácter se convirtió en el capitán dentro del equipo de su categoría en el Newcastle United donde de inmediato llamó la atención por su excelso manejo con el balón su disparo de media distancia, técnica individual y una mentalidad 100% ofensiva que lo empujaba con furia a buscar la portería contraria. En esa temporada como líder del equipo levantó la FA Cup y colaboró de manera fehaciente en la victoria ál marcar dos goles en la final ante el Watford, sus festejos bestiales eran la catarsis de un chico que no había tenido una vida sencilla desde el principio.
Tras la destacada actuación de Paul las puertas del primer equipo del Newcastle se abrieron de inmediato donde ya Jack Charlton, entrenador histórico del futbol inglés ya lo esperaba para terminar de pulir a la nueva joya del futbol en Inglaterra, pero su carácter hostil y el aciago pasado familiar, donde la muerte de su padre y el suicidio frente a sus ojos del que fuera su mejor amigo lo marcaron de por vida para convertirlo en un futbolista afecto a los escándalos sea por su excesivo gusto por la vida nocturna, las mujeres y el alcohol.
En el Mundial de Italia en 1990 llegó uno de sus momentos de brillo dentro de las canchas. Formó parte de una escuadra en la que destacaron nombres como los del arquero Peter Shilton, los defensas Stuar Pearce Terry Butcher, Des Walker, los volantes Steve Macmahon, David Platt Bryan Robson y la bujía y nuevo baluarte en ese entonces, Paul Gascoigne hicieron soñar a miles de ingleses con viejas glorias como las de 1966, donde además de ser anfitriones los ingleses se proclamaron como monarcas.
Durante la competencia Paul Gascoigne no defraudó a nadie titular en todos los partidos disputados por el equipo dirigido por Bobby Robson ayudó a Inglaterra con su futbol a llegar hasta las semifinales al ser derrotados por Alemania, a la postre Campeón de aquel mundial celebrado en territorio italiano.
Lo hecho en Italia le valió al mediocampista inglés un buen contrato con la Lazio de Roma, donde gracias a sus conocidos excesos, Paul Gascoigne no pudo brillar lo que se esperaba. Esos fueron los momentos más oscuros de una estrella fulgurante que destacaba en televisión más por sus excesos y el escándalo que por lo hecho en el terreno de juego, el futbolista de las memorables rabietas causadas por su fastidio a perder descendía de manera estrepitosa a los infiernos.


Su retiro se dio en 2004 tras infructuosos intentos por volver a congraciarse con el futbol. En la actualidad y después de varias recaídas Paul Gascoigne libra el partido más importante fuera de las canchas, internado en un centro de rehabilitación contra el alcohol, “Gazza” lucha por recuperase como padre de familia, hombre y ser humano. Vuelve a luchar Paul Gascoigne, vuelve a hacer esas rabietas descomunales, porque el partido por la vida es uno de los que no quieres perder por nada del mundo. 

viernes, 21 de agosto de 2015

Equipo de época: Sao Paulo

Fueron el icono del mejor futbol brasileño que se había desplegado después del deslumbramiento de la selección amazónica campeona del Mundo en México 1970. Si en la década de los 90’s Europa presumía al mundo entero a escuadras como el AC Milán, Ajax de Ámsterdam, Real Madrid y FC Barcelona América hacía lo propio con el Sao Paulo de Brasil comandado por el Profesor Telé Santana, el hombre quien pudo definir el “jogo bonito” para llevarlo a la misma altura del Cristo del Corcovado y ser admirado por los aficionados al deporte más popular del mundo.
El juego del “Tricolor de Morumbi” como se le conoce a la oncena participante en la liga paulista se caracterizaba por un juego colectivo casi sinfónico y a las generosas individualidades que enamoraban a la tribuna, complementado a la perfección por una asombrosa efectividad frente al marco rival que hicieron del Sao Paulo el equipo de la década en el continente americano.
Zetti en la portería una línea de cuatro defensas conformada por uno de los mejores laterales que ha dado el futbol, Cafú, los fuertes e impasables Valber y Ronaldao, además del bólido Ronaldo Luiz eran los habituales integrantes de una defensa que retaba al mismo hierro dentro del terreno de juego.
En la mitad de la cancha el “cuadrado” de Telé Santana lo formaron la inspiración de Raí, el toque fácil de Adilson, la visión de campo de Pintado y la tranquilidad que otorgaba un hombre como Toninho Cerezo con el balón en los pies resultaron baluartes para llevar a buen puerto los mortíferos avances del Sao Paulo hacía el área rival.
El “jogo bonito” de Telé Santana y sus discípulos encontraron feliz destino en un aparato ofensivo que no se cansó de anotar goles con Palinha y Muller como los encargados del fascinante trabajo dentro de la cancha Sao Paulo fue una escuadra que llevó a sus vitrinas cualquier título que se puso en su camino.
El mismo Barcelona de Johan Cruyff rindió pleitesía al Sao Paulo en la final de la Copa Intercontinental en 1992 al derrotarlos con marcador de 3-1 en Tokyo, al mismo Barcelona que lo consiguió todo en el Viejo Continente, el equipo brasileño que juega en Morumbi le dio una lección de futbol basado en un alegre juego de conjunto y un pacto indestructible con el gol.
El AC Milán dirigido por Fabio Capello también cargó con la derrota con marcador de 3-2 frente al “Soberano” del futbol brasileño en 1993, también en Tokyo, Japón y en la misma instancia que el Barcelona un año antes, la Final de la Copa Intercontinental. ¿Algo más que demostrar se le exigía al poderoso Sao Paulo?

Así el futbol brasileño presume en su longeva y rica historia al Sao Paulo un equipo con un magistral director de orquesta como Telé Santana y un conjunto de jugadores capaces de enamorar a la tribuna y al mismo balompié con efectividad, concentración y por supuesto alegría.  


jueves, 20 de agosto de 2015

El Rey del Teatro de los Sueños, Eric Cantona


Es habitante del mundo de la imaginación, hombre surgido en el ambiente rural francés y considerado por muchos un mago rebelde cuando se ofrendaba al público del mismísimo Old Trafford, casa del Manchester United, escuadra en la que Eric Cantona creo su propio mito, adorado por muchos, odiado por otros tantos.
Exquisita técnica individual, solapa levantada y un número 7 que era capaz de levantar en hombros a todo su equipo en pos de la conquista del gol y por ende la victoria. Capaz de amar y odiar al futbol con la misma intensidad su explosivo e impredecible carácter la acarreó más de una dificultad en su paso por el terreno de juego, sea con rivales, árbitros, técnicos, compañeros e incluso aficionados. Todo en el fino atacante francés era al límite, jamás existieron puntos intermedios.
Fuerza, entrega, liderazgo, pasión es lo que le caracterizó a Eric Cantona a lo largo de su carrera futbolística iniciada en 1983 con el Auxerre y que concluyó en 1997 con los Diablos Rojos de Manchester, Inglaterra 165 goles anotados y una negra estela de hombre explosivo debido al célebre incidente donde propinó una patada voladora a un aficionado durante un partido ante el Crystal Palace en 1995, misma que le acarreó ocho meses de suspensión, tiempo empleado por Cantona para profundizar en otras de sus pasiones, voraz lector, pintor dedicado y digno ejecutante del saxofón.
Sea por decisión propia o por esa rebeldía que le calcina los huesos el delantero francés nunca participó en una Copa del Mundo. “Bien señores sólo estoy este día aquí para anunciar que me retiro del futbol simplemente porque he dejado de divertirme”, fue la sincera declaración del futbolista galo tras saberse reactivado para retornar a las canchas luego de cumplirse aquellos ocho meses de suspensión.
Luego de dejar pasar un tiempo entre meditación y hondas reflexiones al otrora capitán del Manchester United le surgió una nueva tribuna para desplegarse con la libertad con la que siempre se mostró: el Cine, arte donde hasta la fecha se desenvuelve como pez en el agua, sobre todo en la cinta “Buscando a Eric” del director inglés Ken Loach donde se interpretó a si mismo, una reivindicación de su persona hacía el futbol que le había dado tanto.
Sobresale un diálogo del propio Cantona en dicha película en la que explica su postura ante el balompié: “Los aficionados al futbol acuden a un estadio a recobrar la alegría, la sorpresa, siempre esperan un regalo. Yo siempre estuve dispuesto a darles ese regalo”.

Genio y figura Eric Cantona tocó muchas veces su propio Olimpo, se entregó en cuerpo y alma al balón cada vez que con los pies lo acariciaba para hacerlo rodar sobre el césped y sí, sin duda fue el Rey del Teatro de los Sueños. 


lunes, 17 de agosto de 2015

Desde la banca con: Ricardo Gareca.

Aferrado como pocos a su convicción. “Prefiero aferrarme siempre al sí que al no” es un enunciado común del poco ortodoxo timonel argentino. Es la firme mentalidad de un tigre argentino capaz de bailar en el fuego con tal de defender la capacidad de los jugadores que dirige desde cualquier banca alrededor del mundo, sea Argentina, Brasil, Colombia o Perú. Ricardo Alberto Gareca Nardi sabe de primera mano lo que es trabajar el futbol desde diferentes perspectivas, llámense geográficas, físicas, ideológicas, incluso estructurales.
Formado como futbolista profesional en el equipo de la mitad más uno del futbol argentino, Boca Juniors, institución a la que llegó para probarse prácticamente en todas las posiciones de la cancha, primero como guardameta, luego mediocampista y finalmente como delantero Gareca, responsable directo de la clasificación del cuadro celeste a la Copa del Mundo de México 1986, gracias a su gol de último minuto ante Perú, sufrió en esa época la mayor tristeza que le ha dejado el balompié. Pese a su acto heroico resultó marginado de la lista definitiva de Argentina para viajar a tierra azteca, país donde a la postre el representativo sudamericano se alzó como Campeón del Mundo. El entorno futbolístico le había dado su primera cachetada al Tigre de Tapales, pequeña provincia de Buenos Aires.
La oportunidad de llegar a ser director técnico llegó en el mejor momento para Ricardo Gareca, quien en todo momento se ha mostrado con un hombre que no se “casa” con ningún sistema de juego. Así lo demostró desde su etapa en Vélez Sarsfield, después en Colombia con el Unión de Santa Fe e incluso en Brasil con Palmeiras, el timonel argentino lo mismo echó mano del 4-4-2 que del 4-3-3 para enviar a la cancha a sus oncenas.
Como buen “Tigre” trotamundos Ricardo Gareca tiene como prioridad explorar el terreno al que llega, y en base a ello se queda con lo mejor que las condiciones físicas de sus jugadores e incluso la geografía en la que se desarrollan como futbolistas los hombres que tiene en mente para conformar sus equipos resulta fundamental dentro de su concepción futbolística.
En los fundamentos de Ricardo Gareca ningún sistema será tan bueno como los hombres de los que disponga para jugar. Deposita una confianza de hierro en los hombres que manda a la cancha para desarrollar el juego. Tal como si realizará una declaración silenciosa “Voy a confiar plenamente en los jugadores que tengo”. Como para borrar ese mal recuerdo de su no asistencia al Mundial de 1986 en México.
Así lo hizo en sus primeros días como timonel de la Selección Nacional de Perú, escuadra que acumula más de 30 años sin asistir a un Campeonato Mundial de la FIFA. “El jugador peruano siempre ha tenido toda la capacidad para jugar al fútbol. Lo que ha pasado es que por estas situaciones difíciles de no llegar a un Mundial perdió un poco la confianza, pero poco a poco va a recuperarla, porque la historia del futbol en Perú es más rica incluso que en muchos países”, declaró Ricardo Gareca a pocos días de tomar el timón del seleccionado inca,
Durante la celebración de la pasada Copa América en Chile 2015 Perú se convirtió en la grata sorpresa del certamen al mostrar un futbol alegre, rápido, revitalizado, capaz de oponer resistencia al más fuerte de los contrincantes que le hizo conquistar el tercer lugar en el continente americano. En esa metamorfisis del balompié inca mucho tiene que ver la confianza inquebrantable de un “Tigre” llamado Ricardo Gareca.


Títulos de Ricardo Gareca 1 Copa Sudamericana (Vélez Sarsfield) 2 Campeonatos de Primera División en Colombia (América de Cali) 3 campeonatos del Futbol Argentino (Vélez Sarsfield).


domingo, 16 de agosto de 2015

El último gol de Darío Silva por Alberto Salcedo Ramos

UNO
Darío Silva avista una vieja pelota en el patio de su casa paterna. Mientras va a buscarla lo observo con atención. Me sigue asombrando que camine con tanta seguridad. En septiembre de 2006, cuando sufrió el accidente de tránsito que lo apartó del fútbol, muchos pensaron que quedaría cojo. Pero hoy no solo camina sin renquear sino que además es capaz de bailar candombe. Si algún extraño irrumpiera ahora en este lugar no se percataría de que tiene una prótesis en la pierna derecha.

Silva sacude la pelota contra el tronco de un árbol, la hace girar entre sus manos callosas. A continuación retoma el tema que interrumpió hace un momento: su indisciplina como futbolista. Dice que en la Copa América de 2004, disputada en Lima, se escapó todas las noches del hotel donde estaba concentrado con la selección uruguaya; que cuando jugó en Peñarol llegó muchas veces trasnochado a la cancha; que durante su periodo en el Portsmouth se volvió más fiestero.

—¿Cómo hacías para volárteles a los ingleses?
—Allá los equipos no se concentran antes de los partidos. Es más fácil salir de noche.
—Con razón el Portsmouth en esa época no levantaba cabeza.
—Y en esta, tampoco.

Entonces suelta la carcajada.

—Lo que pasa, ¿viste?, es que ellos confían en uno. Uno es adulto y sabe cuidarse.
—Sobre todo, cuidarse. Entiendo.

Silva vuelve a carcajearse. Luego dice que los futbolistas no forjan sus amistades en las canchas sino en los boliches. En las canchas, explica, él solo veía fecha tras fecha a los once jugadores del equipo contrario. Tenía que enfrentarlos y punto. A lo sumo intercambiaba con ellos un saludo durante el protocolo inicial o una palabra durante el partido. En los bares, en cambio, se topaba con multitudes de futbolistas, especialmente los domingos por la noche. Allí sí era posible intimar porque la presión de la competencia había quedado atrás.

Uno de esos amigos conseguidos en los boliches fue el panameño Julio César Dely Valdés. Cuando se conocieron, Silva pertenecía al Peñarol y Valdés, al Nacional. Pese a la rivalidad de sus equipos, tuvieron química desde el comienzo. Se emborrachaban después de los partidos, salían juntos con mujeres, compartían sus discos. Años después la vida les dio la oportunidad de jugar en el mismo club, el Málaga de España, donde conformaron una dupla goleadora. Silva cree que se entendían tan bien en las canchas porque habían intimado muchísimo durante las noches de farra.

DOS

—Cuando me ven en la calle se quedan locos los hijos de puta. Vos viste que yo no cojeo. Seguro piensan: “¿Y este no tenía una pata de palo?”.

Si hay algo que me ha impresionado en los cuatro días que he pasado con Silva es su procacidad. También, la habilidad de su pie artificial. Con ese pie encendió la moto de su hermana Andrea para llevarme a conocer el río Olimar. Con ese pie pateó una lata vacía de gaseosa en el barrio La Agraciada. Con ese pie saltó emocionado cuando su hijo Diego, de diez años, anotó un gol. Aquella tarde confirmé que en la cultura rioplatense el fútbol tiene unos rituales de iniciación similares a los del amor: acompañar al hijo en la cancha es como apadrinarle la primera novia.

Con el pie de la prótesis, digo, corrió hasta alcanzar un taxi que estaba detenido en el semáforo. Cuando nos acomodamos le dije al taxista que Darío Silva debe de haber sido el futbolista más indisciplinado de Uruguay en todos los tiempos.

—No crea —respondió, mirándome con malicia a través del espejo retrovisor—: los hemos tenido peores.
—¡O’Neill, O’Neill! —exclamó Silva, muerto de la risa.
—¿De dónde es usted? —preguntó el taxista.
—Colombiano.
—¿Ya vio la noticia de Fabián O’Neill?
—No.
—Ayer publicó un libro en el que habla de su indisciplina. Ha habido mucho revuelo.
—Peor que yo el hijo de puta —exclamó Silva entre risas—. Cuando estaba pequeño le llenaban la mamadera de vino.

Con ese pie recorrió varias cuadras para llevarme al restaurante donde gastó su primera mesada como esquilador de ovejas. Pidió ensalada rusa, bebió cerveza, afirmó que nunca más volverá a manejar un automóvil. Prefiere movilizarse en la motocicleta de su hermana o caminar. La camioneta donde andaba el día del accidente —añadió— quedó inservible. Sin embargo, se la vendió a una señora millonaria que colecciona objetos raros.

TRES

Silva me muestra el pie derecho. Dice que desde el primer momento se sintió cómodo con la prótesis, sin duda porque fue amputado por debajo de la rodilla, así que conservó la flexibilidad.

—Fue una cosa ilógica que ni yo mismo entendí —señala, y raspa el balón con las uñas.

Luego vuelve a hablar de su ética de trabajo como futbolista. Antes de hacer juicios hay que analizar muchas cosas, dice. Por ejemplo, él se mantuvo juicioso cuando jugó en el Cagliari, y sin embargo, solo marcó veinte veces en los cuatro años que duró el ciclo. En el Málaga, a pesar de que volvió a las juergas, duplicó sus goles. A él la disciplina excesiva le resecaba el alma, advierte. Por eso rendía más cuando disfrutaba la noche, así durmiera poco. Nada lo motiva más que amanecer entre los brazos de una mina. Eso es como reabastecerse de energía: le dan ganas de entrar a la cancha silbando y jugar cinco partidos seguidos.

Silva arroja el balón al suelo, me muestra su teléfono móvil.

—¿Ves cuántas rayitas le quedan a la batería?
—Una sola.
—Exacto. Cuando vos te pasás la noche garchando con una mina, la carga te llega hasta acá.

Y toca la pantalla con uno de sus dedos gruesos. Noto que tiene las uñas sucias.

Me asombran, digo, esas manos tan ásperas. Él responde que durante la mayor parte de su vida ha sido labriego. De niño esquiló ovejas, de adolescente ordeñó cabras. En aquella época el fútbol era apenas una diversión. Por las tardes se iba a jugar con sus amigos en cualquier calle del barrio. Los partidos se disputaban sin árbitros, sin reglas, y terminaban solo cuando la oscuridad de la noche imposibilitaba ver la pelota. Entonces aparecían los padres para ofrecer un brindis. Había vino, empanadas y, en algunas ocasiones especiales, bife. Al día siguiente todo el mundo retornaba a sus deberes.

Para Darío Silva, el fútbol era eso: respiro, camaradería. Pausa entre una jornada cumplida y otra por cumplir. En Treinta y Tres, el pueblo donde nació, las opciones siempre han sido escasas: laburo en el campo para garantizar el pan, fútbol en los ratos libres para entretenerse. ¿Qué más se puede hacer en esos parajes solitarios tan apartados de la capital?, pregunta.

—Se hace una cosa o la otra. ¡Ya está!

De modo que empezó a patear balones por la misma razón por la cual comenzó a arrear cabras: no había más alternativas. Sucedió cuando contaba, más o menos, seis años. Su padre era celador en una escuela y su madre, cocinera en otra. Para no dejarlo solo en casa, ambos se lo llevaban, por turnos, a sus puestos de trabajo. Cada colegio tenía cancha de fútbol, así que el pequeño Darío siempre terminaba metido en los partidos.

—¿Estudiaste en alguno de los colegios donde trabajaban tus viejos?
—Estudiar es un decir. Mi paciencia para eso es cero.
—¿“Eso”? ¿Te refieres al estudio?
—No me va la palabra “estudio” porque yo no estudié. Yo solo fui.
—¿Adónde fuiste?
—Fui al colegio donde laburaba mi padre. Pero era muy haragán.
—¿Hasta qué grado llegaste?
—Segundo. Me dormía en clase. Yo sabía que jamás iba a asomarme por una universidad.
—¿Y el fútbol?
—No pasaba nada con el fútbol.
—¿En la infancia no imaginabas que serías futbolista?
—Nada, no pasaba nada.
—Listo, no pasaba nada, pero ¿nunca imaginaste que podías ser futbolista?
—No.

Por lo menos —añade— no lo imaginaba cuando tenía diez años y comenzaba a esquilar ovejas. Los futbolistas le parecían unos señores famosos que aparecen por televisión jugando en estadios bonitos. Un pibe de provincia que solo aspiraba a entretenerse tras el laburo no accedería ni en sueños a un recinto de esos. Si alguien le hubiera profetizado en aquel momento su destino de futbolista, él lo habría refutado con una frase irónica de su padre: “¡Andá a cantarle a Gardel!”. Lo suyo, pensaba, sería la ganadería. Al entrecerrar los ojos sobre la almohada se veía en una finca propia orientando un rebaño de vacas Hereford.

La vida gira como una pelota, dice Silva ahora. Lo dice mientras pisa el balón con el pie derecho, el de la prótesis. Le doy un vistazo de abajo arriba. Calculo que mide, a lo sumo, 1,76. Me pregunto cómo pudo haber sido un atacante tan depredador con esa estatura. En la selección uruguaya, el 9 casi siempre ha sido un tipo de más de 1,80. Él retoma su idea: la vida es un viaje en redondo. Te desvías, te alejas, pero siempre llegas al lugar predestinado.

Siguió jugando de manera informal, dice. En este punto aclara que no recuerda cómo hizo el tránsito de la calle a la cancha. Lo que sí recuerda es que al principio, quizá por su estatura, fue ubicado como lateral derecho. Tenía velocidad, despliegue físico, ganas, potencia, pero en los recorridos largos fracasaba: no sabía hacer diagonales para acortar el terreno, tiraba mal los centros. Una tarde apareció un entrenador que lo alineó como delantero. ¡Bingo! El patito feo se convirtió en cisne: explosivo en los piques cortos, certero cuando quedaba en posición anotadora.

—¿Vos recordás lo que decía Menotti sobre Romario?
—No.
—Decía que dentro del área era mejor que Pelé.
—¿Te estás comparando con Romario?
—Andate despacio, cada quien entiende lo que quiere.

A continuación señala que Romario siempre fue su referente. Lo cita solo para darme a entender que cuando se convirtió en delantero mostró su mejor faceta dentro de la cancha. Ahí comenzó a despejarse su panorama. La vida, repite, es como una pelota. Da vueltas, va y viene, trae sorpresas, llega adonde debe llegar. Para demostrármelo, me cuenta cómo fue que el fútbol vino hacia él en un momento en que él no estaba yendo hacia el fútbol.

Oigo la historia, coreo su frase: la vida es como una pelota de fútbol. La pelota viaja, se escapa, la controlan los otros, se ve inalcanzable por allá lejos, se acerca, te llega de repente, te rebota, huye de ti, se eleva y, cuando ya la das por perdida, atraviesa un bosque de piernas y te cae cortita y al pie, toda tuya, frente al arco, para que te llenes el empeine con ella, ¡zas!, y metas el gol del triunfo en el último minuto.

Ese fue su caso, ni más ni menos: el balón perdido le llegó directo al pie. Sucedió en 1990, cuando tenía diecisiete años. Juan José Duarte, director técnico de la selección uruguaya sub-20, andaba observando jugadores. Una tarde anunció que viajaría a Treinta y Tres. El periodista radial que lo entrevistaba ni siquiera sabía dónde quedaba ese lugar. ¿Treinta y Tres? Un oyente llamó a la emisora para informar que el pueblo quedaba, más o menos, a trescientos kilómetros de Montevideo. Entonces Silva reconoció su oportunidad, vio de golpe lo que ocurriría. El resto es historia, concluye.

De la selección sub-20 que quedó cuarta en el Mundial de 1991 pasó al Defensor Sporting. Luego, al Peñarol; después, al Cagliari. Vinieron cuatro equipos más, y muchas convocatorias a la selección de mayores. Entonces Silva sintió que vivía al contrario de como lo había pronosticado: dedicado al fútbol y apartado de las granjas donde se hizo hombre. En su viaje se topó con lo inesperado. Asfalto, vértigo, esmog, grandes clubes, estadios llenos, hoteles de cinco estrellas, aplausos, fama, autógrafos, fotos de primera plana, mujeres, licor, discotecas, trasnochos, otra vez mujeres. Una camioneta, un tipo temerario que conduce borracho —él mismo— y el accidente que casi le arrebata la vida.

El accidente que lo hizo salir del fútbol por la puerta trasera, cuando apenas tenía treinta y cuatro años.

Un viaje redondo, después de todo, porque aquí está otra vez, a sus cuarenta y un años, como si nunca se hubiera ido.

Silva calla, mira hacia el otro extremo del patio, donde su hermana Andrea prepara café. Si analizamos bien el asunto —dice a continuación—, su predicción se está cumpliendo: hoy es el adulto estanciero que aparecía en sus sueños infantiles. No guía ningún rebaño de ganado Hereford, es verdad, pero en cambio sí tiene una tropilla de vacas Aberdeen Angus, y ovejas finas como las que esquilaba cuando era niño, ovejas Corriedale, nada menos, y también caballos árabes, y ciervos Axis, y una campiña bien podada.

CUATRO

Cuando estuvimos en su finca, a unos diez kilómetros del pueblo, Darío abrió un baúl en el que guarda recuerdos de su vida en el fútbol: una camiseta de Batistuta, un brazalete de Baresi, unas zapatillas de Ronaldo.

Me mostró sus animales, sus monturas de caballería, el retrato de sus padres ya fallecidos, las fotos de sus dos hijos, una tetera que le dieron en Paraguay y un poncho que le regalaron en Argentina.

Eso es todo lo que necesita para ser feliz, dijo.

Eso, más Lorena, su novia actual. Hace dos días se puso a pensar que ella es la única mujer a la que ha amado.

—¿Por qué lo crees?—Bueno, es la única a la que nunca le he sido infiel, ¡y llevamos más de un año juntos!
—¿Eras muy infiel?
—Ni te cuento.

Me extrañó que ventilara el tema. Para los futbolistas, eso hace parte de la mugre que se oculta bajo la alfombra. Él estuvo de acuerdo, y agregó que la promiscuidad solo sale a flote cuando el equipo pierde, o cuando el dueño necesita un pretexto para borrar a algún fulano de la nómina.

Entonces Darío volvió a hablar de su indisciplina. Un poco después de cumplir treinta años fue contratado por el Sevilla F.C. Allí coincidió con el andaluz Sergio Ramos, que entonces solo tenía diecisiete años.

Como Darío era tan desordenado, no quería que Ramos se le acercara, ya que podría dañarse viendo su mal ejemplo. Así se lo dijo.

—Pero es que tú me caes bien —le respondió Ramos.
—Bueno, hagamos algo —propuso Silva—: al andar conmigo vas a ver que yo digo cosas lindas, como que hay que portarse bien, y también hago cosas malas, como salir de farra la noche antes del partido. Bueno, fijáte en lo que yo digo, no en lo que yo hago.

Y volvió a soltar su eterna risotada.

CINCO

En la casa de los Silva ya huele a café.

Darío dice que Andrea, su hermana, es adicta al laburo. Cocina, plancha, barre, hace lo que sea necesario. Así es él: en su finca no se la pasa sentado viendo cómo vuelan los pajaritos sino sudando la gota gorda como le enseñaron sus mayores. Por eso tiene las manos ásperas: el trajín en el campo percude, encallece. Entonces guarda el teléfono móvil en el pantalón y me muestra el dorso de las manos. Inspecciono sus dedos gruesos, nudosos, su piel cundida de cicatrices.

Le pregunto de quién es el balón. Se encoge de hombros, el ceño fruncido, calla.

—¿Querés café?
—Sí.
—Creo que esta pelota es de mi sobrino.
—¿Cuántos años tiene tu sobrino?
—Y… ya es un hombre.
—¿Es futbolista también?
—Jugaba de chico. Después, largó.
—¡Quién sabe cuánto tiempo llevará esa pelota ahí abandonada!
—Es lo que te digo. Hace un ratito ni la veíamos, y ahora la tengo en el pie.

Quisiera saber, digo, si ha vuelto a meter goles con el pie derecho. Silva responde que por supuesto. A veces participa en torneos de veteranos. Ahí donde lo ven con su pata de palo —bromea— él todavía corre, todavía salta, y siempre que lo pongan mano a mano con el arquero, le va a pasar factura. Hace cuatro años estuvo en Colombia jugando en la despedida de su colega Iván René Valenciano. Después del partido hubiera podido bailar una tanda de candombe, porque se sentía entero.

—Me gustaría verte haciendo pinolas.
—¿Qué son pinolas?
—Cuando haces saltar el balón en el pie, una y otra vez, sin dejarlo caer.
—Ah, como jueguito…
—En algunas partes de Colombia les llaman pinolas y en otras, la 21.
—Qué nombres tan raros. Acá en Uruguay a eso se le llama “dominar”.
—Bueno, por favor, domina el balón para hacerte fotos.
—¡Estás loco!
—No entiendo.
—Así juegan los niños de siete años.
—¿Te parece malo?
—Mala, la muerte de mi abuelita. Pasa que no entrenamos así.
—¡Pero si no estamos en entrenamiento! Es solo para la foto.
—Decile a Maradona. Sacarías miles de fotos, ¿viste?, porque el tipo es capaz de durar una semana sin dejar caer la pelota.

Le pido el balón a ver si lo incito con mi ejemplo. Como apenas logro siete pinolas, Darío suelta una nueva risotada.

—Devolvémelo antes de que te broten hojas. ¡Sos un tronco!

Y otra vez se ríe.

De pronto, sin ningún aviso, se pone a dominar. Me pide que vaya contando en voz alta. Veo su rostro grave, concentrado —va una—, veo su pie izquierdo apoyado en el piso —van dos—, veo cómo el balón rebota suavemente en su pie derecho —tres—, veo cómo se tensa su cuerpo magro —cuatro—, veo sus brazos venosos —cinco—, veo cómo su camiseta lila se infla y se encoge —seis—, veo su nariz aguileña, veo sus pómulos angulosos —siete—, veo su piel cobriza —ocho—, veo su pelo ensortijado, ahora del color negro original —nueve—, veo la bota de su pantalón blanco arremangada hasta la rodilla —diez—, veo su pierna artificial cubierta con espuma de poliuretano —once—, veo cómo el muñón delgado de la prótesis naufraga en la abertura de su zapato. Me pregunto cómo se sostiene, por qué no se mueve.

Doce.

Trece.

Veo que Darío esboza una sonrisa burlona.

Catorce.

Descubro que no estoy contando con la vista sino con los oídos. Sigo oyendo, sigo contando.

Oigo el golpe de la pelota contra el empeine —quince—, oigo el jadeo de Silva —dieciséis.

Y ahora oigo su voz.

—Bueno, ya está.

Se detiene, atenaza el balón con la mano derecha. En seguida dice que nunca fue futbolista de pasatiempos. Los considera inútiles, pues en la cancha nadie anda tonteando. A él dénsela redondita en el área, y ya verán cómo pone a cobrar a todo el equipo.

Siempre creí lo contrario: que su nombre y la palabra divertimento encajaban sin tropiezos en la misma oración. Lo veía contento en la cancha, como más dispuesto a pasarla bien que a competir. En su pelo teñido de amarillo intuía un espíritu vivaracho, en su sonrisa permanente divisaba un temperamento afable. Además estaba el contraste entre su piel achocolatada y la piel blanca de sus compañeros. ¿Qué hacía ese negro mandinga revuelto con aquellos jugadores de aspecto europeo? En este punto Silva vuelve a largar la risotada.

—¡Pero si en la selección uruguaya ha habido más negros!
—Ya lo sé. Pero algunas veces tú fuiste el único.

Silva se mira un brazo, luego el otro.

—¿Te acordás de Marcelo Zalayeta?
—Sí, claro.
—¡A ese hijo de puta lo demoraron en el toaster más que a mí!

Y de nuevo suelta la carcajada.

A mi modo de ver, la apariencia correcta de Zalayeta no desentonaba en aquella tropa de blancos austeros. En cambio Silva me parecía, a ratos, un bailador de samba entrometido en una liga de tango. Era festivo, saltarín, desabrochado. Siempre creí que reivindicaba el significado primario del verbo jugar. Un día tenía el pelo amarillo, otro día rojizo; a veces lo usaba largo, a veces se rapaba. Celebraba los goles sacando la lengua, o brincando como canguro, o metiéndose el balón en la camiseta. Eso sí: aunque pareciera el miembro calavera del grupo, siempre actuó durante los partidos como un competidor feroz.

—Te ponés con firuletes y por ahí te matan.
—Entiendo: la pinta de payaso no impide trabajar en serio cuando empieza la función del circo.
—Si no, no cobrás.
—Claro.
—Cobrás con goles, no con jueguitos.

Calla un instante. Ahora tiene la pelota bajo el brazo izquierdo.

—Yo ensayaba penaltis en aquella pared. ¿Querés que tire uno?
—Claro.
—Patear es mejor que dominar.
—Claro, claro.
—Si nos imaginamos que esa pared es el arco, me vas a ver metiendo un gol con la derecha.
—¿Nunca te dijeron que pareces brasileño?
—¡Puta, miles de veces! Acordate de Catanha.
—Me acuerdo de Catanha, tu compañero brasileño en el Málaga. ¿Por qué lo mencionas?
—Nos confundían, ¿viste? A él le decían Silva y a mí, Catanha.

Andrea, la hermana de Darío, nos trae café.

—¿Ya le contó los desastres que hacía en casa? —me pregunta.
—No.

Entonces se miran, sonríen. Andrea me pasa el pocillo.

—Creció sin ley porque todos lo mimábamos. Es el menor de los tres, el único varón.
—¿Qué desastres hizo?
—Las paredes eran su portería. Mi padre vivía pagando vidrios rotos en el vecindario.
—Le queda muy bien su pelo amarillo.

Por toda respuesta, Andrea sonríe. Sus ojos verdes se iluminan.

—Mi pelo era como el de ella.
—Me imitaba desde pibito.
—Pero ella también me imitó. Ese pelo que tiene ahora se parece al mío cuando jugaba.
—El tuyo se parecía al mío.
—Los dos nos pintábamos.
—Sí, pero yo lo hice primero.

Ambos ríen. Darío arroja el balón al piso para recibir su café.

—¡Mirala bien a mi hermana, es trigueña! ¡A la hija de puta nunca la pasaron por el toaster!

Y suelta la enésima carcajada.

Andrea me mira, y después mira a Darío.

—Él me imitaba. Un día se puso lentes de contacto verdes.
—Pero eso fue de pibe, mirá que ya ni me acuerdo.
—Tuviste ojos verdes.
—No me acuerdo.
—Lo volviste a hacer cuando jugabas en el Málaga.
—Y, bueno, yo era dueño de una discoteca. Esos lentes fueron cosas de la fiesta.
—Me imitabas.

Entonces Darío se dirige a mí:

—¿Vos te imaginás las minas que me hubiera cogido con los ojos de mi hermana?

Y otra vez empezó a ahogarse de la risa.

Me sorprende que haya tenido una discoteca durante su paso por el Málaga. Silva responde que divertirse en un boliche propio siempre será más seguro que hacerlo en uno ajeno. Se trataba de una ocupación adicional como cualquier otra. Como estudiar de noche, por ejemplo, o cuidar un banco. El presidente del club sabía, sus compañeros sabían, la ciudad entera sabía. Nadie protestaba, pues la discoteca era “una inversión personal”. Además, él rendía en la cancha.

Jamás había conocido un deportista que se expresara de manera tan políticamente incorrecta. Para Silva —recapitulo en voz alta— beber antes de un partido era impedir que se le resecara el alma, desvelarse con una mujer era llenarse de motivaciones y atender una discoteca era como estudiar en jornada nocturna. En su credo personal ningún exceso es condenable si el futbolista ofrece resultados. Esto último lo aprendió con la experiencia, advierte entre risas. Al principio se escondía si veía periodistas deportivos en los boliches. Después descubrió que cuando rendía en la cancha a nadie le importaba si se acostaba temprano o amanecía en la calle. Por eso siempre llegó puntual a los entrenamientos, por eso siempre dejó el alma en cada jugada.

En este punto señala que a él le bastaban dos horas de sueño. Andrea asiente con la cabeza. Quisiera saber, digo, cómo puede competir en serio un futbolista desvelado y borracho. Entonces Darío esgrime su tesis más descarada: por haberse criado en el campo, tiene la ventaja de contar con un cuerpo muy fuerte. Me cuesta saber si en verdad piensa eso, o si solo me está gastando una broma. Por lo pronto, digo que quedamos notificados: debemos emplear a nuestros niños como ordeñadores de cabras para que más tarde disfruten de un libertinaje saludable.

Darío se ríe, dice que soy un hijo de puta. Luego agrega que la bohemia es muy común en el fútbol latinoamericano. Los entrenadores suelen mirar para otro lado, porque si ven demasiado pueden perder el control del grupo. Los compañeros suelen ser fieles al código de guardar silencio, porque nunca se ha dado el caso de que a un futbolista lo condecoren por soplón. El que muestra el trapo sucio afuera ensucia adentro. Además, ¿a quién le incumbe lo que vos hagás en tu tiempo libre? Emborrachate, cogete a ese minón que te pidió el autógrafo. Eso sí: al día siguiente llegá puntual al entrenamiento y rompete el orto laburando. Si ganás, nadie te armará lío.

Así funciona, concluye. Uno puede taparse los ojos para no darse cuenta o vendarse la boca para no hablar, pero la indisciplina está ahí.

—Lo que fue, fue. Ya está.

Me niego a creer —le digo— que cuando se encuentra a solas sea tan indulgente consigo mismo. Él responde que nunca lo ha sido. Siempre se ha culpado por su irresponsabilidad, y antes hasta se odiaba por eso. Pudo haber matado a los dos amigos que viajaban con él en la camioneta, pudo haberlos dejado inválidos. Menos mal no sucedió ni lo uno ni lo otro. Jamás se lo habría perdonado, así que ahora yo no estaría conversando con él sino solo con la morocha —y señala a su hermana.

No mató a los amigos, de acuerdo, pero humilló a su familia, la hizo sufrir mucho. Él también estaba desconsolado. Hacía como que olvidaba, como que todo le importaba un higo. Sin embargo, tenía un ahogo en el corazón. Veía su pierna rota, sentía sangre en un oído, escuchaba ruidos en la cabeza. Era quizá la voz de su conciencia. Nada ganaba con quedarse ahí, echado a la pena. Debía existir alguna forma de aprovechar la vida que le quedaba. Una tarde su psicóloga en Montevideo le dijo cuál era: valorarla, honrarla día tras día. Lo único que se le ocurrió entonces para lograr ese propósito fue devolverse para Treinta y Tres a cumplir su sueño de infancia.

Silva pone su mano áspera en mi hombro y me pide que lo acompañe hasta donde está la pared. Quiere que vea su último gol, ese que también fue el primero, el más bonito de todos, el que empezó a marcar desde niño en este patio amado.


sábado, 15 de agosto de 2015

El divino futbol italiano: Roberto Baggio


Ser libre siempre fue su meta en la vida, por eso a la salida de la escuela acudía con un fervor especial a buscar cualquier partido de futbol callejero. Sus amigos y secuaces, le advertían cuando su padre andaba cerca en su búsqueda , pues Roberto no llegaba a casa, sólo porque un balón se interponía en su camino. Esconderse entre los arbustos para no resultar con un fuerte regaño fue siempre la travesura de quien años más tarde fuera conocido como “El Divino” Roberto Baggio, el inclasificable delantero italiano.
Uno de los rebeldes del futbol reconocido en todo el mundo. Amaba la imaginación, el desenfado, la creatividad y era un superdotado con el balón en los pies. Por el contrario repudiaba la táctica, el trabajo físico y cualquier intención teórica del balompié, postura que le acarreó más de un conflicto con muchos de sus entrenadores como Arrigo Sacchi y Fabio Capello, antítesis naturales a su mirada y sentimiento hacía el futbol.
El conjunto de la Fiorentina se convirtió en el gran amor del divo italiano , donde en base a una exquisita técnica individual, el buen trato de pelota, una alegría desbordada al jugar futbol, y sobre todo por sus goles se echó al bolsillo a los aficionados de la “Fiore”, Traspasado unos años después a la Juventus de Turín Roberto Baggio se negó a cobrar un tiro penal contra su ex equipo. “Seré purpura toda mi vida, no puedo atentar contra sus colores”, mencionó en relación a ese suceso que le valió el reconocimiento tanto de aficionados del Fiorentina, como de los de la “Vecchia Signora”, la Juventus.
Su paso como integrante de la Selección italiana quedó para la posteridad al lograr el tercer lugar en la Copa del Mundo de 1990, edición efectuada precisamente en el país de la bota, donde Roberto Baggio se convirtió en el líder para llevar a la “Azzurra” a la conquista de ese tercer puesto. Todo fincado en ese futbol de gracia divina, idolatrado por muchos, odiado por otros. Cuatro años después en Estados Unidos, el futbol de Baggio continuó siendo exquisito y esta vez la expectativa alcanzó niveles grandiosos, al instalar a Italia en la misma Final de la Copa Mundial frente al pentacampeón Brasil. La definición resultó fatídica. Desde los 11 pasos correspondió al “Divino” saborear la tristeza más grande que le ha dejado el futbol: Mandar el balón a las nubes en el penal definitivo para entregar de esta manera la anhelada copa a la escuadra amazónica. La única ocasión que se le vio a Roberto Baggio borrar su eterna sonrisa para hundir su mirada en el césped de una cancha de futbol.
A pesar del duro golpe Baggio mantuvo hasta el final de su carrera profesional una convicción inquebrantable: “El futbol es para gozarlo, jamás para sufrirlo”, dijo alguna vez con la sonrisa sincera que le caracteriza. Defensor incansable de la infancia para Roberto Baggio es insoportable enterarse de niños que fallecen en el mundo a causa de la hambruna. El italiano no se ha quedado cruzado de brazos y ha realizado campañas en pro de la infancia alrededor del mundo. Labor que le ha hecho acreedor al nombramiento de Embajador de Buena Voluntad para la ONU en el PAO (Organización para la Agricultura y Alimentación Internacional)
Así de esta manera el niño que soñaba con esa libertad en las calles de Caldogno, la pequeña comunidad italiana la alcanzó por fin, simplemente jugando con alegría, imaginación y un amor divino y auténtico hacía el futbol.



jueves, 13 de agosto de 2015

Equipo de época: el Barcelona de Johan Cruyff

Forjado para hacerle frente al conjunto símbolo de la capital española, Real Madrid el FC Barcelona encontró la fórmula perfecta para mostrarse como una máquina impecable de futbol y de paso salir de las sombras en las que se mantuvo en la década de los 80, por lo que la transformación era necesaria y para comenzar desde los cimientos la directiva del cuadro blaugrana recurrió a uno de los ídolos de antaño para enderezar el rumbo: Johan Cruyff. El holandés fue el encargado de tomar las riendas en la dirección técnica para la reestructuración del equipo de la llamada Ciudad Condal.
La construcción del nuevo Barcelona debía iniciar con una línea defensiva digna, donde la cantera se convirtiera en la preferencia a la hora de elegir a los hombres, por eso Albert Ferrer, Sergi y el capitán eterno y guardameta Andoni Zubizarreta arroparon con armonía a la última pieza en el engrane de la zona defensiva, el holandés Ronald Koeman.
Con la defensa conformada Johan Cruyff y su cuerpo técnico se enfocaron en su zona favorita del terreno de juego la mitad de cancha donde José María Bakero, Joseph Guardiola, Eusebio, y el danés Michael Laudrup fueron los encargados de llevar a la realidad esas pinceladas del futbol total que su director técnico aprendió desde su alma mater, el Ajax de Ámsterdam. La constante continuaba la cantera del Barcelona complementada por algún jugador de calidad internacional.
Eran los tiempos en los que todos los equipos del mundo querían correr a todo galope, el FC Barcelona de Cruyff optó por detenerse a tocar el esférico, tal y como lo relataban los Medios de Comunicación españoles de entonces. El punto neurálgico en el futbol desplegado por los blaugranas estaba listo para su desarrollo.
La ofensiva del Barcelona debía de estar a la altura del resto del equipo por lo que los elegidos para lograr la mayor conquista del futbol, el gol fueron el búlgaro Hristo Stoichkov, el brasileño Romario y Begiristain se ganaron a pulso la titularidad en la oncena dirigida por Johan Cruyff que de esta manera estaba lista para enfrentar sus propios demonios y los retos más importantes, no sólo en la liga española sino en a todo lo largo y ancho del continente europeo.
La nueva etapa del FC Barcelona rindió frutos con la conquista de cuatro títulos consecutivos dentro del futbol español , incluidas sendas lecciones para su acérrimo rival Real Madrid, donde destaca la goleada de 5-0 de los blaugranas en la campaña 1993-94 comandado por un Romario de ensueño, tal y como comenzaron a llamar a aquel Barcelona de Johan Cruyff, donde todas sus piezas funcionaban de manera perfecta.
Las competencias a nivel europeo recibieron al conjunto culé para ponerle enfrente las más duras pruebas en las que a base de un futbol donde el toque del balón entre todos sus elementos resultó fundamental . La Copa de Europa se fue a la vitrinas del Barcelona en 1992 al vencer en el mismo estadio de Wembley a la Sampdoria de Italia. Este era el arranque de una etapa prolífica para el FC Barcelona que resurgía con futbol espectacular para toda Europa.

Así el Barcelona de Johan Cruyff dejó las semillas para su presente actual, una fe ciega depositada en un inconfundible estilo de juego, y un productivo trabajo de cantera que lograron conquistar a medio Europa, claudicar a su mayor rival deportivo y exorcizar sus propios demonios.  


miércoles, 12 de agosto de 2015

El crack mexicano: Alberto Onofre


Creció en una numerosa familia de diez hermanos en Guadalajara, Jalisco tierra futbolera por excelencia y que se distingue por producir destacados jugadores mexicanos con calidad de exportación. Alberto Onofre Cervantes era uno de ellos. Mediocampista de enorme clase, cuentan los que lo vieron jugar que poseía todas las condiciones de un auténtico crack. Nació y creció en la colonia del Fresno, una de los barrios de cuidado en la capital tapatía y como suele ser la costumbre la calle fue su primera cancha de futbol acompañado de sus amigos.
El camino académico no era el que Onofre quería seguir, por eso de inmediato tras concluir la educación secundaria se enroló en el equipo amateur del Jalisco, a pesar de la molestia de su padre, tornero de profesión, quien deseaba un mejor futuro para su hijo Alberto . Ese futuro del joven tapatío tenía la marca del futbol profesional. Las cualidades de Alberto Onofre fueron detectadas de inmediato por Sabás Ponce Labastida, hombre que marcó toda una época triunfal como integrante del equipo más mexicano del balompié azteca, Las Chivas Rayadas del Guadalajara.
Tras un buen proceso formativo con el Guadalajara donde Onofre mostró sus condiciones el manejo y la pegada con las dos piernas, destacado remate con la cabeza, una visión del terreno de juego como ninguno en su época para generar futbol ofensivo las puertas del cuadro estelar del Guadalajara estaban abiertas de par en par para el futbolista oriundo de la colonia del Fresno.
Una de las anécdotas más conocidas en torno a Alberto Onofre es la que cuenta que el día que firmó su contrato como integrante del primer equipo del Rebaño se lastimó la muñeca de la mano derecha en el entrenamiento con las reservas. ¿Uno de los mejores mediocampistas que ha dado México con mala estrella? Onofre estaba dispuesto a mostrar que no era así.
A pesar de su posición de “diez” Onofre Cervantes logró marcar una buena cantidad de goles con Chivas, escuadra con la que conquistó el título en la temporada 1969-1970. Además unos años antes Alberto Onofre se colgó la medalla de oro con la Selección Nacional Mexicana en los Juegos Panamericanos de Winnipeg en 1967 donde el volante del Guadalajara se había convertido en el líder del mediocampo de la escuadra nacional. El futbol le otorgaba sonrisa abierta en ese momento a Onofre, considerado por la afición y los especialistas uno de los mejores jugadores mexicanos de todos los tiempos.
En 1970 Alberto Onofre tenía la mesa puesta para su consagración. A la nación azteca le correspondió la organización del torneo de la Copa Mundial de la FIFA, pero a cuatro días previos al arranque del máximo evento futbolístico la nube negra se volvió a posar encima de Alberto Onofre. Un choque tremendo con su compañero en la selección, Juan Manuel Alejándrez le arrebató el sueño de participar en un Mundial al presentar una fractura de tibia y peroné . Onofre se restableció de la fuerte lesión, pero nunca volvió a ser el mismo. A los 27 años se vio obligado a colgar los botines de manera profesional. El destino de algunos a veces no está en sus propias manos y el futbol así se lo había hecho saber a Alberto Onofre.
En la actualidad su mayor pasión aún le da la oportunidad de disfrutarlo. De vez en cuando acude a los encuentros amistosos organizados por el Club Deportivo Guadalajara. Juega junto a grandes amigos de su época como Pedro Herrada y Raúl “Willy” Gómez. Al igual que junto a la figuras aún vivientes del Campeonísimo, como su propio visor Sabás Ponce, Francisco Jara y Crescencio “Mellone” Gutiérrez. A pesar del paso de los años Alberto Onofre ha sacado trucos de la chistera, algún tiro libre, otro pase preciso a la colocación del compañero o algún cabezazo fulminante y si, a pesar de todo le muestra una sonrisa al futbol sin resentimiento alguno.